En mi mundo todas las personas son odiosas. Van de quetamina
y coca hasta los sojos y se emocionan con la vena del cuello de Frenando
Alfonso en la última curva de la noche. Imbéciles la lamerían si hubiera restos
opiáceos. O un nabo bien empalmado con las mismas venas y entre otros restos.
ET. Una mierda con ojos. |
Van a la moda del H&M (una puntaita por aquí y otra
puntaita por allá), y se dejan, sí, se dejan aconsejar (porque no hay suspicacias
en dejarse señalar por un dedo) dónde dejar tu extraordinario currículum, con
experiencia en hacer albóndigas con las dos manos y otras cosas con las dos
manos. Y sin manos.
(se escucha la voz inherente del blog: hazte el carné del psoe, no lo notarán, creerán que eres socio del
Córdoba C.F)
Cuando están borrachos van de emperadores, van de filósofos,
van de M, de comunistas, de interesantes. Hay muchos Sénecas y muchos Góngoras
y demasiados Pablos. También están los que se ponen Finitos de Córdoba al pie
de Sierra Morena y de flamenquines hasta el esófago en sentido inverso.
Odiosos. Putos. Escupen dentro de los huesecillos del oído
al hablar. Te dicen Yo, Yo, Yo, como si su experiencia te importara, y su
cliché de héroe y sus bambas converse. Vaya subnormal. Vaya cordobés medio
cultureta. De pena.
¡Imbécil!